viernes, 18 de enero de 2008

El título

Una ola de distracción recorre las calles de la ciudad. Todos miran para arriba, ¿saben acaso hacia donde quieren dirigir la mirada?
Rojo... Verde. Los autos no avanzan. Una ola de distracción recorre las calles de la ciudad. Un claxon suena y otro más. Es el sonido de la reacción tardía. Largas colas en los bancos y en las sedes municipales por culpa de la distracción. ¡Que bueno sería no perder el objetivo! La distracción lleva a la calurosa ciudad a los nervios crispantes y vuelve iracundos a los paseantes. De día me sumo a la masa caminante, agregándole un granito de arena a la montaña de ruido.
Cuando el Sol escupe sus últimas lágrimas, y “los últimos” salen a desandar las aceras, la distracción disminuye y la paz se va haciendo lugar en las vías que sienten el respiro. Las alarmas sin sentido, de a poco, dejaron de sonar. Las bolas de queso sufren el recuento. Los despertadores callejeros agotaron sus baterías y los ilegales discos se fueron a dormir.
Es tiempo de que otras almas rellenen la cuestión. La city jamás duerme. Solo descansa.
Ya sale Febo, doloroso, a contemplar un día más, la ola de distracción.

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